Cuando se plantea la cuestión de cómo aumentar la productividad en una empresa se suele captar rápidamente el interés de muchas personas, pero posiblemente éste decaiga bruscamente cuando se empiezan a plantear soluciones o bien muy trilladas o bien poco entendibles, tales como aplicar metodologías: 5’s, lean care, lean office, lean service,…
Intentemos un planteamiento mucho más simple. ¿Qué me diría Ud., que es un esforzado trabajador dentro y fuera de casa, si afirmo que habitualmente tardo aproximadamente media hora en elaborar tres platos de comida, casi de cualquier tipo? Probablemente dude de mi palabra o al menos me plantee: “¿de cualquier tipo?, ¡imposible!,… ¡un estofado debe cocer horas…!”. No le faltaría razón, pero demos otro enfoque. Admitamos que el factor importante para mí es el tiempo que debo dedicar a cocinar y no el tiempo total de cocción, porque cuando yo termine mis tareas puedo dedicarme a otros temas (leer, escuchar música o, si no queda más remedio, trabajar) mientras que la cocina «continúa con lo suyo» sin necesidad de mi participación.
Mi estrategia consiste en organizar las operaciones que se deben realizar según las distintas recetas para ir confeccionando los platos en cuestión sin esperar nada y de forma que el conjunto de todas ellas implique el menor tiempo posible. Le aseguro que es posible: cada vez que cocino durante media hora me desentiendo de la comida para los siguientes 3 días.
Ahora bien, esto requiere una planificación y un análisis previo. ¿Qué necesito?
En primer lugar debo establecer qué voy a cocinar en un cierto plazo de tiempo, para poder comprar todos los ingredientes necesarios. Como no quiero ir a la compra cada semana, establezco un plan previo para 2 o 3 semanas, en el que estimo qué vamos a comer en ese tiempo, pero aún no necesito decidir qué comeremos cada día. Lo que sí necesito saber es qué ingredientes lleva cada plato; necesito definir los productos. Este análisis debo hacerlo con cierta antelación para poder contar con los productos cuando los necesite, teniendo en cuenta, por ejemplo, el plazo de entrega, si hago la compra por internet.
El siguiente paso, evidentemente, será tramitar la compra, fraccionada o no, según me interese. Dado que ya sé que tardo, aproximadamente, media hora en hacer la comida para tres días y he estimado que ese ritmo es el que mejor se adapta a mi capacidad y la de mi cocina, el fin de semana consulto mi agenda para ver qué días dispondré de tiempo para dedicar a tareas domésticas y seleccionaré un día de cada 3 de la forma más adecuada y afinaré el plan de comidas, concretando qué cocino esa semana.
Por último, llegado el momento de la tarea y “con el delantal puesto”, analizo las operaciones de cada receta (pelar, cortar,…) y las agrupo y distribuyo de forma que las tres vayan avanzando en flujo, sin esperas por mi parte ni por parte de los productos, y ¡manos a la obra! En media hora estarán los fogones ocupados y yo sentada leyendo.
Debo advertir que evidentemente todo esto ha requerido un proceso de aprendizaje por mi parte, sobre cosas importantes a tener en cuenta como, por ejemplo, si puedo o no realizar dos platos en el horno a la vez, con qué antelación debo descongelar los productos si es necesario y cómo asegurarme de que no se me olvide, etc.
Con una mínima abstracción vemos que la eficiencia del proceso se debe a que se ha realizado:
- Análisis de la capacidad productiva y de los tiempos de producción.
- Plan maestro o planificación previa a largo plazo.
- Definición de productos.
- Necesidades de material y abastecimiento.
- Corrección del plan a corto plazo.
- Estudio de los procedimientos y planificación diaria.
- Trabajo con motivación y sin pérdidas de tiempo.
Esto es eficiente a todos los niveles y tipos de procesos y productos, pero, por favor, no me dé el disgusto de llamarlo “Lean Kitchen”.